Episodio 1: ¿Qué es un agente de IA?

Imaginate que te despertás en un futuro no tan lejano. Tu cafetera se activó sola porque detectó que abriste los ojos. La cafetera le avisó a tu asistente doméstico que te gusta el café fuerte los lunes, y tu roomba comenzó a limpiar porque sabe que ese día siempre recibís visitas. Todo parece fluir como por arte de magia… pero no es magia. Son agentes de Inteligencia Artificial trabajando para vos.

Pero, ¿qué es realmente un agente de IA? Antes de que me digas «ChatGPT disfrazado de James Bond», permíteme contarte una historia.

En la antigua Grecia, los filósofos decían que un ser estaba vivo porque podía percibir su entorno y actuar sobre él. Ahora cambiemos el escenario: en vez de un ser vivo, pensemos en una IA. Un agente de IA es justamente eso: una entidad artificial que percibe lo que sucede a su alrededor, decide cómo actuar y luego ejecuta una acción.

El proceso es simple:

  1. Percibir: recibe datos del entorno.
  2. Decidir: evalúa esos datos para tomar una decisión.
  3. Actuar: ejecuta una acción en el mundo.

Si viste alguna vez un Roomba, ese simpático robot que aspira solo, viste a un agente de IA en acción. El Roomba tiene sensores para no chocar con las paredes (percibir), decide por dónde seguir limpiando (decidir) y avanza o gira (actuar).

También existen los chatbots que responden prácticamente en lugar de los «agentes de call center» que hoy tanto añoramos porque ahora siempre es un robot. Estos, reciben tu pregunta, eligen la mejor respuesta (o eso intentan), y te la entregan.

Pero aquí viene lo más interesante: un agente no tiene por qué ser un robot físico.  Puede ser un software que habita en servidores o en la nube, sin cuerpo tangible. Pensemos en un sistema que gestiona el tráfico de una ciudad: analiza datos de miles de sensores, calcula proyecciones de flujo vehicular y ajusta los semáforos en tiempo real. Todo sin que exista un «robot» a la vista, pero con una clara percepción del entorno, capacidad de decisión y acción directa sobre el mundo.

Otro ejemplo concreto son los sistemas de optimización energética en edificios inteligentes. Estos agentes monitorean consumos, anticipan picos de demanda y regulan la energía de manera eficiente, logrando ahorro y sostenibilidad.

En la naturaleza también existen paralelismos: una abeja percibe su entorno, decide qué flor visitar y poliniza. La diferencia está en que, en el caso de las máquinas, el «entorno» puede ser digital, la «percepción» puede ser un dato, y la «acción» un ajuste en un sistema.

En definitiva, no importa si el cuerpo es metálico, virtual o biológico: lo que define a un agente es su capacidad de interactuar con el entorno de manera autónoma.

Hasta ahora, la inteligencia artificial generativa como ChatGPT nos ha asombrado por crear texto o imágenes a pedido. Pero los agentes de IA representan un salto más grande: no se trata solo de ejecutar una instrucción, sino de darles un objetivo general y dejar que diseñen y ejecuten la estrategia para alcanzarlo. Por ejemplo, no es solo pedirle que escriba un correo, sino que desarrolle un plan completo para aumentar un 15% las ventas trimestrales y que te consulte solo en momentos clave.

Y la verdadera revolución no está en los agentes individuales, sino en los sistemas multi-agente: como una orquesta digital donde cada instrumento es un agente experto en su tarea. La coordinación entre ellos permite resolver problemas complejos que un solo agente no podría abordar.

Esta llegada de ‘empleados digitales’ está transformando el mundo laboral. Lejos de reemplazarnos por completo, nos convertiremos en jefes de agentes, gestionando equipos de IA para potenciar nuestro impacto. La automatización hará el trabajo repetitivo; nosotros, el estratégico.

Claro que no todo es optimismo. Estos agentes plantean desafíos éticos profundos:

  • ¿Cómo evitar que perpetúen sesgos de los datos con los que fueron entrenados?
  • ¿Quién es responsable si un agente autónomo comete un error?
  • ¿Cómo garantizamos la transparencia en sus decisiones?

La clave no es frenar el desarrollo, sino establecer barreras de protección: reglas claras, supervisión humana y un diseño ético que asegure que estos sistemas trabajen para el bien común.

Así que, la próxima vez que tu cafetera se encienda sola, recordá que no es magia: es el primer indicio de un futuro donde colaboraremos con agentes inteligentes. Porque la pregunta ya no es si llegarán, porque ya están aquí, sino cómo vamos a prepararnos para coexistir y prosperar junto a ellos.

En SMS Sudamérica, entendemos que los agentes de IA no son solo herramientas futuristas: son una pieza estratégica en la evolución digital de las empresas y gobiernos. Por eso, no solo experimentamos con estas tecnologías, sino que las diseñamos y adaptamos para resolver problemas reales en distintos sectores.

Ya sea que se trate de:

  • Optimizar procesos industriales
  • Automatizar el análisis de grandes volúmenes de datos
  • Crear sistemas que coordinen múltiples agentes para lograr un objetivo común

…en cada caso aplicamos una lógica clara: el desarrollo de agentes inteligentes debe estar centrado en las necesidades del negocio, pero también en la responsabilidad ética y la supervisión humana.

La revolución de los agentes ya está en marcha, y en SMS Sudamérica no solo la anticipamos: la estamos construyendo junto a nuestros clientes.

Te esperamos en el próximo episodio de «Historias del Futuro, Hoy«, donde vamos a explorar cómo los agentes perciben el mundo que los rodea, y por qué entender sus «ojos y oídos» es clave para aprovechar todo su potencial.

Nota por: María Dovale Pérez

🔊 Si no tienes tiempo para leer la nota completa, ¡puedes escuchar el debate entre dos IAs sobre el tema! Dale play y descubre sus argumentos:

Historias del futuro, Hoy

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